
¿Qué es el miedo?
Sófocles afirmó que «para quien tiene miedo, todo son ruidos«. El miedo es un mecanismo innato de defensa que se activa ante la percepción de un peligro, que puede ser real o no, pero que provoca sensaciones muy intensas y desagradables.
El miedo de una emoción primaria que nos alerta de una posible amenaza y nos indica que debemos tomar medidas para protegernos. Por tanto, su objetivo principal es mantenernos a salvo, el problema viene cuando es el propio miedo el que no nos deja vivir.
¿Cuáles son los miedos más frecuentes?
Las situaciones que provocan el miedo son muy variadas. Podemos sentir miedo cuando creemos que nuestra vida está en peligro, como por ejemplo, ante un atraco, pero también podemos experimentar miedo ante la perspectiva de un hecho, como cuando caminamos por un callejón oscuro y solitario a medianoche. En este caso, no hay un hecho real que inspire el temor, pero nuestra fantasía se desboca imaginando todos los problemas que podrían ocurrir.

Esto implica que no solo tenemos miedo cuando percibimos una amenaza real a nuestro “yo físico” sino también cuando imaginamos una situación que podría representar un peligro. Obviamente, nuestra capacidad para anticipar el peligro nos permite tomar medidas para evitarlo y mantenernos a salvo por lo que estos son miedos racionales y perfectamente comprensibles.
No obstante, también existen miedos irracionales.Se pueden identificar porque nuestra respuesta es totalmente desproporcionada ante el peligro real que representa el estímulo. El ejemplo clásico son las fobias, en las cuales la persona reacciona de manera exagerada ante una situación que no representa un peligro real para su vida, como cuando debe hablar en público o acercarse a un animal inofensivo.
¿Tienes una fobia? Puedes encontrar información sobre las fobias y su tratamiento en el artículo: Cómo superar una fobia
También podemos sentir miedo cuando recordamos un hecho del pasado, aunque no exista la más remota posibilidad de que este se vuelva a repetir. La raíz de este miedo normalmente está enquistada en nuestro inconsciente y es muy difícil de eliminar, ya que se puede activar incluso ante una mera alusión verbal. Para superar este tipo de miedo es fundamental trabajar con técnicas como la hipnosis o EMDR, que nos permiten acceder a los recuerdos negativos del pasado grabados en nuestro cerebro y liberarnos de su carga emocional.
Pero quizá el miedo más incapacitante es el que sufren las personas que presentan un trastorno de pánico, hablaríamos aquí de miedo con mayúsculas, pues se le da una vuelta de tuerca al miedo: el miedo a tener miedo.

Las personas con un trastorno de pánico sufren crisis de angustia repetidas de forma inesperada, por lo que desarrollan un miedo exacerbado a volver a sufrir un ataque de ansiedad,(lo cual es comprensible, pues las sensación que tienen cuando sufren una crisis de angustia es de que van a morirse o volverse locos), y empiezan a poner en marcha mecanismos de evitación, (los cuales sólo agravan el problema), como el ir siempre acompañados cuando salen de casa, o incluso en los casos más graves, evitar salir de casa. En estos casos, al trastorno de pánico se une una agorafobia limitante.
¿Por qué tenemos miedo?
Básicamente, la principal función del miedo es avisarnos de un peligro para poder ponernos a salvo. El miedo nos permite ser conscientes de que existe un riesgo. Su mecanismo de base es bastante sencillo: nuestros sentidos captan diferentes señales del medio y estas son procesadas, fundamentalmente, por el sistema límbico. Si este considera que existe un peligro potencial, desencadena una serie de reacciones fisiológicas que nos permitirán actuar en consecuencia y en cuestión de pocos segundos.
En este punto nuestro metabolismo se acelera y aumenta la presión arterial, la adrenalina y los niveles de glucosa en sangre. Nuestra respiración se hace más rápida, los músculos se tensan, las pupilas se dilatan y se detienen todas las funciones corporales que no son necesarias.
En algunos casos, el miedo se puede transformar en pánico, un estado que genera una intensa ansiedad en la persona, y como ya hemos dicho antes, el sufrir un ataque de pánico puede desembocar en un trastorno de pánico, cuando después de uno de estos episodios la persona desarrolla miedo a volver a sufrir una crisis de angustia, y los ataques de pánico se repiten de forma frecuente.
En todo este proceso la dopamina desempeña un papel fundamental. Se ha descubierto que cuando existe poca dopamina en algunas áreas del cerebro, se provoca una transformación o incluso se interrumpe por completo la comunicación que normalmente tiene lugar entre las neuronas. Al contrario, cuando hay una elevada concentración de dopamina en la amígdala, reaccionamos con más miedo y estrés.
Andres jimenez.